EL ESCORIAL
No hay eco que recorra
estos pasillos de mármol,
ni ojos que miren los sueños del bosque
que los vitrales interpretan.
La luz cristaliza sobre manos ausentes
buscando los cubiertos de plata
en que orgullosa deseaba mirarse.
Entre muros vacíos de conversaciones
reina el silencio como sombras en la noche,
y los colmillos del frío ahuyentan el vuelo de las aves.
Hay quien dice que las veredas esconden
el recuerdo inalterado de ingrávidas carretas
transportando a la real estirpe de cadáveres,
al polvo de los Dueños del polvo.
La tierra recuerda en el estío el sudor de los pies
que levantaron el monasterio en que la muerte reza.
Sobre la dura piel del granito,
entre las piedras venidas desde lejos
para alzarse sobre el cuero de la tierra de España,
flores negras ofician la memoria de los héroes
en el día de San Lorenzo.
Este palacio yace como cadáver del tiempo;
duerme sobre hierba que no crece bajo el peso de su espalda,
sobre agua que no aflora, bajo el sol que no le hiere.
Felipe II ha reunido en él a su familia,
expiada ya de angustias y de intrigas;
mas alfombras y manteles no registran barro ni migajas,
y la lascivia del vino no resbala por las copas.
No hay conquistas ni lejanas campañas
sino el claustro donde los adalides callan.
Los bronces de Leoni los custodian,
y geniales lienzos embellecen el polvo
de los Dueños del polvo que,
alzado por anónimos brazos,
concebido por sobrios arquitectos,
les resguarda.
César Guerrero Arellano (1978)
Apuntes del subsuelo, Ed. Urdimbre, México, 2005 (2ª), pp. 35-36.
ISBN: 968-5601-20-8
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