NECRÓPOLIS
Atarjeas en que se ahogan los peatones,
angustia negra, pesadilla del poeta.
En estas esculturas de hormigón
no pudo descubrirse nunca un gesto.
En la roca de estos cañones
no se encontraron sino vetas verticales de acero.
Por las grietas que se hundían hasta perderse,
no hubo ríos escondidos, sino sombras;
y en ninguno de sus múltiples nichos
la visión de la cámara pudo atisbar el horizonte.
Estas rocas no son los rojos desiertos de Utah,
sino las piernas en que se apoyan cielos grises.
Este resultó ser el paisaje natural de los aviones,
un bosque de grúas habitado por neumáticos.
Una ciudad ausente, sin ojos,
cadáver de espacios horizontales.
Esta Polis de las companies, palacio
de apellidos multinacionales, es
una Necrópolis de hombres, lugar
en que las calles son raíces insondables
y los techos el invernal follaje de las nubes.
Sitio en que el mar es la antesala
de subterráneos ríos.
Por sus puentes de orín transita
el fantasma herrumbroso de Caronte.
César Guerrero Arellano (1978)
Apuntes del subsuelo, Ed. Urdimbre, México, 2005 (2ª), p. 23.
ISBN: 968-5601-20-8
"Necrópolis", Mauricio Vega, 2002 |
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