LAS GÁRGOLAS DE LE CORBUSIER
La casa es una máquina de vivir
Le Corbusier
...y se alzaron muros sencillos, blancos;
ventanales que no dejaban lugar a dudas;
desaparecieron los rincones por imprácticos,
y eran simples las escalinatas.
Cada centímetro estaba calculado,
cada ladrillo se repetía en otro que tampoco tenía nombre,
cada punto seguía a un punto y éste a otro y sucesivamente.
Ventanales transparentes, por los que entra luz gris y sin contraste.
Fueron enterrados los alambres, las antenas de hierro.
Todo fue aún más preciso,
hasta ser la suma exacta de las partes.
No un hogar, tampoco una casa,
sino una imparable lavadora
de atormentados sueños multitudinarios, todos ellos semejantes,
sueños arrullados por congeladores sin escarcha,
por el zumbido de afinados motores,
No pesadillas de luz cálida
sino blancas carreteras de neón.
No polvo ni arena,
sino hoyos negros domados con interruptores.
Tampoco manos, brazos, pechos,
sino cobertores eléctricos afuera de las pieles
para engañar el frío adentro de las almas.
Cinescopios para desconectar miradas,
ruido ambiental para ocultar insoslayables huecos,
guerras virtuales para aturdir al odio.
Entre paredes de colores metálicos,
cuadros en los que habla el plástico,
hombres abstractos, si es que hombres,
vacíos inmensos tras los ojos,
vacíos por debajo de la lengua,
incubándose en la sequedad de los testículos,
en los callados juegos amaestrados de los niños,
en los sexos tristes
masturbándose mecánicamente en los retretes...
Los espacios calculados se plagaron de vacíos,
tal vez porque las gárgolas de Le Corbusier no tienen alas
y garras mucho menos;
tal vez porque las gárgolas de Le Corbusier
carecen de tizones encendidos en los ojos y de escamas,
no silba el viento cuando se afila en sus colmillos,
no proyectan sombra
y no ahuyentan a nadie.
Las gárgolas de Le Corbusier
descansan invisibles, intocables,
sobre pretiles paralelos
y las aristas de vigas bien templadas.
Acaso por eso no las vemos,
acaso se escondan,
como circuitos diminutos de silicio,
temerosas de soñar
las imposibles litografías de Escher,
fugas deíficas en el órgano de Bach,
irrefutables paradojas previstas por Kurt Gödel.
Su razón es pura, inconsciente.
Las gárgolas de Le Corbusier se yerguen
sobre los cubos sobrepuestos de Descartes.
"Casa Guiette", Le Corbusier, Antwerp, Bélgica |
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